jueves, 12 de marzo de 2015

Ganadores: Reto nº 15: Pecados Capitales

RETO Nº 15: PECADOS CAPITALES
Texto Ganador en Verso

(19 puntos) Silvia Savall


AL ALBA
Hay momentos,
en el que irrumpes
y me ciegas en un sueño palpable
donde invoco ese instante,
en el que tú y yo
somos gota final,
gota que se aviva
tras mis piernas.
¡Qué ansia de callar la lengua y su apetito!
¡Qué afán de traspasar los límites!
Delante de mí
la saliva escribe inspiraciones,
rimas en ángulo recto
sacuden el prólogo del gemido.
Escribo prosas
sobre el estigma de la piel,
mientras un laúd con versos
alimenta musicalmente
la raíz de nuestros torsos.
Y susurras como un violonchelo,
y me miras como un cuadro
recién parido de un pintor,
que termina su “Maja desnuda”
al describirme.
Sé, que somos orgasmo
de agua y cielo al alba.

Silvia Savall

Texto Ganador en Prosa

(15 puntos) Ginebra Blonde

Si el levantara la cabeza
Hacía ya tiempo que tenía la necesidad de hacerlo…demasiados años guardando silencio, demasiado tiempo ardiéndole dentro…
Subió el escalón hacia esa majestuosa puerta que apenas podía empujar, y entró…
Como siempre el silencio era sepulcral, y ese olor a incienso rancio parecía traspasarle cada capa de piel para posarse en su alma, provocándole una fría y extraña sensación…
Se puso de rodillas ante ese cajón de madera tallada y asomó su mirada entre los cuadraditos que le permitían ver, o entrever, a aquel que acercaba su oído dispuesto a escuchar…
-Padre, ha pecado…
-Hija mía, querrás decir que has pecado…
-Bueno, no sé si está bien que lo tutee, pero lo intentaré…Padre, has pecado…
He pensado muchas veces en esa señora que se sentaba en el frío suelo de la puerta de esta casa, con la mano tendida pidiendo limosna…aquella que un día al preguntarle a mi madre que por qué no estaba, me dijo que Dios se la había llevado para que no padeciera más en su pobreza. Recuerdo entrar en esta casa, y ver todas las riquezas y parafernalias que guardaban estos muros. Y entonces me pregunté, que por qué en vez de llevársela, no repartía con ella esas riquezas para que la pobre señora siguiera viviendo. Le pregunté a él en mis oraciones…y no hallé respuesta…supongo que porque la pregunta se la debería haber hecho a usted, Padre, digo…a ti, Padre… ¿quizá se trata de ese pecado capital al que llaman AVARICIA?
-¡¿Pero qué tontería es esa jovencita?! ¡¿Cómo te atreves a hablar así de la casa de Dios?! Tú no eres nadie para cuestionarme ni a mí ni al todopoderoso. Si no fuera por la Iglesia y los que predicamos su fe, el mundo ardería en el infierno.
-Vaya… ¿y éste no será SOBERBIA verdad?


Ginebra P


(15 puntos)Ina Molina

El dolor redime de la Soberbia

Enrique, bancario con ínfulas de banquero. Bronceado, trajes de marca, camisas blanco nuclear y repeinado con gomina. Cochazo último modelo. Director de una importante sucursal, mira a todos por encima del hombro aunque su estatura no lo pone fácil, y a sus subordinados con arrogancia, como si debieran rendirle pleitesía y agradecerle que comparta un poco de su aire para respirar. Siempre tiene prisa, mira su muñeca adornada con un pretencioso Rolex, y debe ser atendido con premura en la cafetería o el quiosco. Suelta de alto las monedas de las propinas para que tintineen en el plato. Su altanería no admite la más mínima sugerencia y suele terminar las frases con : “y punto”.

Jaime entró algo abochornado al banco. Vio a su antiguo compañero de Instituto y se dirigió hacia él con una sonrisa franca, pero Enrique, ignorándole, giró hacia una empleada para darle una orden. Finalmente no le quedó más remedio que atenderle. A cambio disfrutó haciendo ostentación de lo bien que iba su vida. Jaime, por el contrario, se había quedado en paro, con tres hijos y una esposa también desempleada. Perdería su casa en breve. Necesitaba un crédito urgentemente. Enrique le trató con displicencia y se libró de él lo antes posible, con una tajante negativa a sus peticiones. No eran una entidad benéfica y no había ninguna garantía.

A dos manzanas de casa Enrique oyó las sirenas. Enseguida vio el humo y las llamas saliendo de sus ventanas. Su maravilloso y suntuoso mundo se derrumbó cuando vislumbró a su esposa llorando, envuelta en una manta, pero ni rastro del pequeño Borja. Un bombero bajaba la escalera con un niño tosiendo en brazos. Pese a su cara tiznada reconoció inmediatamente a su hijo. El salvador levantó el protector del casco.
< ¡Jaime!>
<Soy bombero voluntario>


Ina Molina

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