martes, 10 de noviembre de 2015

Textos Ganadores. 36º Reto: Elige tu refrán

36º Reto: Elige tu refrán



REVISTA SEMANAL DEL RETO


Texto Ganador en Verso
(43 puntos)

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Cuando las espinas de la vida,
laceren tu túnica de amor,
un traje te bordaré a medida,
con los latidos de mi corazón. 

Prenderé tus heridas,
con alfileres de pasión
y zurciré con caricias,
los jirones de tu dolor.

Trenzare nuestras miradas,
con el hilo de una sonrisa,
en una cadeneta engarzada,
con flores de balsamina.

Mi aguja sera un susurro,
en la piel de tus silencios,
bordando tus sueños rotos,
con la voz de mis deseos.

Encaje de bolillos en el alma...
un te quiero de puntillas...
besos perlados para tus lágrimas...
en mis labios de vainica. 

soy el traje...
de tu corazón desnudo,
la tela de color,
para tus sueños viudos.

soy tu alfayate...
y la pluma de mi voz,
enhebro con los versos,
que nacen del corazón.

Eduardo J. Eguizábal Torre


Texto Ganador en Prosa
( 31 puntos)


(Perfil de Facebook)

(Leer comentarios en el grupo Territorio de Escritores)
“¿Sabes qué te digo?, que muerto el perro se acabó la rabia”. Ahí lo tienes, esto fue lo que me contestó. Sin pestañear, sin un mínimo sentimiento de culpa, sabiéndose más fuerte que yo. Cuanto más lo pienso, menos alcanzo a entenderla. Como comprenderás, me puede la indignación. Sí, la indignación… y la rabia por esos celos que no alcanzo a entender. Injustificados, absurdos, nadando en la sinrazón de una realidad distorsionada por la mirada envenenada de quien dice sentir amor y cree poder justificar con ello cualquier comportamiento.

Yo que me entregué con pasión, que me dejé inundar el corazón y aprendí a sentir a su lado, que hice de ella mi vida, ¿qué puedo esperar si no la tengo? Aún guardo el recuerdo de aquella tarde de primavera. El sol invitándome a sentir, la suave brisa que se colaba por la ventana y me susurraba acordes prendidos de cielos, de tiernas promesas, de sueños… Fue nuestra primera vez, el comienzo del camino. Blancos y negros bajo la piel de mis dedos, tacto suave, limpio, fresco… armonías puras que se fueron encadenando a mi latir, dispuestas a que mis manos les dieran vida. Mi piano y yo, inseparables desde entonces, en perfecta simbiosis, celebrando la grandeza de la música. Sí, la música. Mi gran pasión, el latido que me inunda el corazón, mi sentir, el sentido de mi vida, mi compromiso.
Y, también, el blanco de sus iras. Porque a mamá nunca le pareció bien que algo me distrajera de sus cuidados. La viudez le había convertido en una persona insegura, demandando cariño y tiempo sin límite. Mi cariño y mi tiempo. Por eso no tuvo reparos en deshacerse del piano. “Es lo mejor para las dos”, me decía. Y yo podía ver los celos revoloteando sobre su cabeza.
Hoy me siento capaz de hablarlo sin rencores, con la serenidad que me da el espacio y el tiempo que he creado entre nosotras, algo a lo que ella me abocó. Muy a su pesar, su comportamiento terminó separándonos. Y es que, como digo yo, quien mal anda, mal acaba.
Isa García

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